viernes, 30 de enero de 2015

TUNELES Y TEMPLO ESCONDIDO, de SANTA FELICITAS

Afirmada en columnas y molduras que le confieren matices neogóticos, neorrománicos y germánicos, la iglesia Santa Felicitas emerge esbelta de la plaza Colombia, en el corazón de Barracas. Es la cara visible del complejo que Carlos Guerrero y su esposa levantaron en 1876 para recordar a su hija Felicitas. Según el poeta Carlos Guido Spano, la joven —asesinada 4 años antes por Enrique Ocampo, el aristocrático pretendiente al que no amaba— era "la mujer más hermosa de la República".

Los Guerrero no se fijaron en gastos. El templo fue decorado con mosaicos españoles, vitrales franceses, altares de mampostería policromada, arañas con caireles de cristal, un reloj inglés con carillón y hasta un órgano de Alemania, con 783 tubos. Detrás de los enormes muros quedó oculta la capilla familiar de 1830. La obra mayor también condenó al olvido a instalaciones de gran valor histórico y arquitectónico, superpuestas con los pasillos y salones del Instituto de Lourdes y Santa Felicitas. Los propietarios originales habían donado el complejo a los sacerdotes lourdistas de Francia, para que hicieran obras de beneficencia y construyeran más instalaciones para el culto.

Así surgió la Iglesia escondida, una joya de estilo neogótico, imposible de detectar desde la entrada al Instituto o por el frente del templo principal. Desde 1893, permanece semioculta en el primer piso del colegio. La luz del exterior sólo llega por los 24 vitrales traídos de Bordeaux (Francia), que ilustran distintos pasajes bíblicos. Las cinco piezas del ábside lucen deteriorados, a causa de su ubicación desfavorable. Son los más expuestos a los vientos del sur y los ruidos del tránsito continuo de la calle Brandsen.

En realidad, el templo nunca funcionó como tal. Un proyector a manivela y carbón es el testimonio del uso del lugar para exhibir películas con temática religiosa. Hoy en día, la nave sin bancos ni púlpito suele adaptarse como salón de actos de la escuela. Sólo interrumpe el vacío de la sala un maniquí vestido con la réplica de un traje que Felicitas lucía en las tertulias de 1865.

Abajo, desde el Patio del Salvador, algunos alumnos alzan la vista para espiar los vitrales de colores fuertes, como procurando descifrar el halo de misterio que rodea a la iglesia escondida.

Una escalera conduce a otro ámbito a salvo de sonidos destemplados. Los túneles ocultos de Santa Felicitas cobijan reliquias que reconstruyen los pasos de los inmigrantes de fines del siglo XIX. Una parte de los cimientos del barrio, la ciudad y el país. El sepia y el blanco y negro de las fotos se confunden con los colores gastados de documentos, utensilios, baldosas y baúles de cuero, madera y latón. Aquí resurge el barrio que crecía de la mano de talleres y fábricas en actividad. Los trabajadores se acercaban al Comedor Obrero que desde 1893 funcionaba en el sector semienterrado del Santa Felicitas. El lugar solía llenarse a fin de mes, cuando los bolsillos flaqueaban y, por 20 centavos, convenía almorzar guiso, sopa y pan preparados por las monjas.

En esa época de multitudes y esplendor industrial, los socialistas, anarquistas y justicialistas empezaron a dirimir diferencias a las trompadas y forzaron el cierre del comedor en 1947. El lugar recobró su atmósfera calma y mutó en lavandería un año después. Desde la década del '70 volvió a sumergirse en los silencios profundos que envolvían a los Guerrero después de la tragedia de su hija Felicitas. El epílogo de un amor no correspondido.
Info: Secretos y Misterios de Barracas. Clarin.com
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jueves, 29 de enero de 2015

TIGRE CLUB.

 
En 1909 se crea la sociedad para la instalación de un centro social; la sede, conforme al proyecto del arquitecto francés Pablo Pater, en el Paseo Victorica 972.

Constaba de dos plantas, dos torrecillas, mirador octogonal y escalera de mármol.
Durante 1912 y 1913 se construye la terraza que se extiende desde el frente del edificio hasta el Río Luján, sirviendo de palco para presenciar y ser punto de partida en más de una competencia de remo. Con los beneficios de los juegos de azar se hicieron numerosas obras benéficas: una autobomba, becas, etc.

El edificio del Tigre Club es de estilo renacentista, con escaleras de mármol de Carrara, espejos venecianos y columnas de base de bronce y la parte superior estucadas (masa de yeso y cola). El techo de su salón principal está decorado con un fresco del artista español Julio Vila y Prades. Cuenta además con un arco que nace en su entrada principal, cruza el Paseo Victorica y finaliza en una glorieta sobre la orilla del río Luján.

En 1912 se inauguró su casino, que funcionaba en la planta baja y que pronto se transformó en uno de los principales centros de recreación del país.
El casino funcionaba de diciembre a marzo, y disponía de veinticinco mesas de ruleta y punto y banca (las primeras del país). Fue cerrado el 6 de enero de 1933 por decisión judicial y pronto se abrió el Casino de Mar del Plata.

En 1942 entró en decadencia y fue ocupado por Gendarmería Nacional. En 1976 pasó al Patrimonio Municipal. En 1979 se declaró Monumento Histórico Nacional y hoy luego de varios años de trabajo, abrió sus puertas como Museo de Arte, un sueño cumplido de quien fue un gran intendente en Tigre, Ricardo Ubieto, y cuya comunidad honra su recuerdo bautizando al museo con su nombre

Al lado del Tigre Club funcionaba el Tigre Hotel, otro edificio de gran calidad arquitectónica. Mucha gente suele confundirlos, aunque el Tigre Hotel fue demolido en 1942.              
                                                                                                                          
                                                           Info, de la Argentina del Centenario